No dejemos de ser muy uruguayos, como en la feria
Ayer hice feria como en casi todas las elecciones. Repartiendo volantes, charlando con quien quisiera hacerlo, saludando conocidos, abrazando amigos y confraternizando con compañeros de todos los partidos. En la misma tarea de difusión había grupos blancos, colorados y otros frenteamplistas, por lo menos son los que llegué a ver. Nos estrechamos en abrazos con más de un militante de otros colores… ¡Cómo no hacerlo si nos conocemos desde siempre, nos respetamos y en algunos casos nos apreciamos!
Todo lo dicho, hecho con la mayor naturalidad, como si nos encontráramos en calle Uruguay, en el almacén o en el súper. En esos sitios la fraternidad habitual se cultiva espontáneamente. En la militancia, sobre todo en la feria de la plaza donde todo es muy apretadito, la efusividad se aumenta, quizás por la cercanía o por la necesidad de mostrarnos que somos las mismas personas, exponiendo pensamientos diferentes.
Seguramente en este pueblo chico (de cien mil habitantes), es más sencilla la confraternidad que en la capital, donde nadie se conoce. Puede ser, pero nosotros estamos más expuestos al contagio de la intolerancia que nos llega por la televisión y por contacto directo, desde los países vecinos. Por eso el título: en la realización de actividades políticas, por lo menos los “peludos”, no dejemos de ser bien uruguayos: tolerantes, reflexivos, educados, fraternos…
El llamado del titular puede parecer obvio, pero créame que no lo es. Cada vez nos llegan mayores ejemplos de intolerancia en nuestro propio país. Hay referentes políticos que toman el agravio, la ironía, la chabacanería, el insulto, la mentira disfrazada, como argumentos válidos para tratar de imponer sus ideas. Ser buena o mala persona no depende del lugar donde se nació, pero muchas veces la repetición de falacias llega a transformarse en acumulación de malos argumentos, esgrimidos por operadores ingenuos. Quienes arman las fantasías (“no mantener vagos” por ejemplo), saben que están tirando blasfemias políticas, que a veces el pueblo despolitizado, cree y usa. ¿Cómo abortar esa posterior cadena de mentiras y falsas informaciones, que nos desdibujan como uruguayos? En primer lugar evitando crearlas, en segundo no difundiéndolas y en tercero valorando la capacidad personal de pensar y entender. Muchas veces las personas que repiten lo del mantenimiento de vagos, desconocen los fundamentos de las políticas sociales. ¿Cuánto sabemos, por ejemplo, del Sistema Nacional de Cuidados, desmantelado y trancado, en perjuicio de quienes son incapaces y no vagos?
Si seguimos nuestro uruguayismo, no saldremos corriendo detrás del primero/a que nos invite a difamar al adversario. Pensemos, como en la feria, que ese otro ciudadano es como nosotros; tiene el mismo derecho a pensar diferente. Si exigimos que se nos respete, también debemos hacerlo. Si nos trenzamos en una maraña de voces fuertes y ásperas no nos convencerán ni convenceremos. Quizás tampoco logremos hacerlo hablando manso, pero por lo menos sembraremos una imagen racional, que estemos donde estemos nunca será estéril.
Sigamos siendo y sintiéndonos uruguayos con los adversarios y con los compañeros.
Somos constructores, ya lo dijo El General.